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Hoy, sin embargo, dice claramente que «quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora». No era el momento y además él no murió por casualidad, murió porque quiso, porque lo eligió por amor. Como estas hermanitas, como tantos cristianos, no murieron por accidente, como sin querer, murieron porque en realidad ya estaban dando su vida. Su vida estaba al servicio de la vida de otros. Si no hubiesen estado amando, no las hubieran matado. Cuando uno elige dar la vida de a poco, no es sorpresa que la muerte sea una consecuencia de la forma de vivir. Parecerá duro y fuerte lo que voy a decir, pero es del Evangelio muy de Jesús: ¡el amor nos va matando, nos va quitando la vida del cuerpo!; pero lentamente nos va dando otra vida, la Vida eterna, vida que no se perderá, que se gana, que se transforma, que nos resucita. Si elegimos amar y entregarnos, preparémonos para morir, y morir para un cristiano no es malo. Morir por amor a los demás, a tus hijos, a tu marido, a tu mujer, a los más abandonados de la sociedad, es la clave de la felicidad. No dejemos que nos quiten la vida, sino seamos nosotros los que la entreguemos, como estas cuatro hermanitas, como tantos cristianos que día a día dan la vida por amor a Cristo.
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p. Rodrigo Aguilar
BY Algo del Evangelio
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