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Warning: file_put_contents(aCache/aDaily/post/algodelevangelio/--): Failed to open stream: No such file or directory in /var/www/tgoop/post.php on line 50 Algo del Evangelio@algodelevangelio P.17808
Decía el Evangelio del domingo que los fariseos y los escribas murmuraban de Jesús. Hablaban mal de Él porque veían que se juntaba con los publicanos, que eran pecadores públicos, y con los pecadores, que no sabemos qué tipo de pecadores, pero seguramente eran aquellos hombres que todos señalaban por las cosas que hacían. Bueno, Jesús se juntaba con ellos a comer, o sea, los recibía o dejaba que lo reciban en sus casas. O sea, todo un signo de lo que Dios vino a hacer a este mundo, a reunirse con aquellos que son pecadores como vos y como yo. Pero bueno, en el fondo esa murmuración hacia Jesús para mí, para la Iglesia, debería ser el mayor elogio. A veces una crítica que nos pueden hacer en el fondo, si uno ve la otra cara, es un elogio. ¡Qué gran elogio! ¡Jesús se junta con los pecadores! ¡Jesús quiere comer con vos y conmigo, porque vos y yo también somos débiles! Lo que pasa que después, con la parábola que contó, nos muestra que el hermano mayor es de aquellos que no se creían pecadores. Pero bueno, seguiremos con eso en estos días. Hace bien que volvamos a recordar que estamos en la Cuaresma, que nuestros corazones se tienen que ir orientando a la Semana Santa, la fiesta central de nuestra fe, a la Pascua. Todos caminamos hacia allá, para poder morir y resucitar con Cristo, para volver a revivir místicamente, se dice, con nuestra propia vida la salvación que él nos vino a regalar. Para eso es lindo que hoy escuchemos las palabras de Jesús en Algo del Evangelio al enfermo: «Levántate, toma tu camilla y camina». ¡Levantémonos, tomemos nuestra camilla y empecemos a caminar! ¿Qué es nuestra camilla? Por ahí estamos enfermos desde hace muchísimos años, del corazón, una enfermedad espiritual. Por ahí arrastramos un rencor hace un tiempo. Por ahí no podemos dejar ese vicio que nos domina de hace tanto. Por ahí andamos en nuestro mundo materialista y consumista desde que tenemos memoria, pensando que ese es nuestro progreso y felicidad. Por ahí tenemos una enfermedad corporal; estamos postrados con un cáncer, una diabetes, alguna enfermedad que nos hace tanto mal, algo que no nos deja caminar bien. Por ahí vivimos en nuestro mundo interior y nuestro egoísmo y no nos damos cuenta, que nuestra familia nos necesita y que el mundo alrededor se cae a pedazos, y nosotros no nos damos cuenta porque seguimos enojándonos por tonteras, por cosas que no tienen sentido. ¿Quién de nosotros entonces puede decir hoy que está absolutamente sano, que no necesita levantarse y dejar la camilla de lado? Acordémonos que estos milagros de la vida de Jesús son también signos para nosotros, signos de nuestra peor enfermedad que es el pecado, el amor propio que nos tiene tirados desde hace tanto tiempo y que no nos hace sensibles al amor de los demás y al dolor también de los demás. Este pobre hombre no tenía quien lo acerque a la pileta en donde supuestamente decían que se iba a curar. Nadie se compadecía de él, salvo Jesús. Ahora, el milagro también muestra algo más importante: ¿Qué es lo que lo cura finalmente? ¿El agua de la pileta o el amor de Jesús? Digo esto porque hoy uno escucha a veces tantas cosas, tantas alternativas de curaciones: curanderos, sanadores, videntes, cursos de una cosa, del otro, el médico de acá, el médico de allá, tantas propuestas de sanación interior. Y Jesús… y Jesús… Él está siempre a nuestro lado y quiere curarnos. ¿Qué nos pasa que a veces no acudimos a Él? Es entendible que ante el dolor y la desesperación uno busque todo lo que está al alcance de la mano, pero al mismo tiempo también es inentendible que, teniendo a Jesús, que es el médico del alma, busquemos cosas tan pequeñas y que además muchas veces nos sacan bastante dinero. Jesús hoy nos dice a todos: ¿Querés curarte? ¿Querés salir de esa enfermedad en la que te metiste sin querer y no poder salir, o esa enfermedad que te sobrevino y no podés liberarte?
Decía el Evangelio del domingo que los fariseos y los escribas murmuraban de Jesús. Hablaban mal de Él porque veían que se juntaba con los publicanos, que eran pecadores públicos, y con los pecadores, que no sabemos qué tipo de pecadores, pero seguramente eran aquellos hombres que todos señalaban por las cosas que hacían. Bueno, Jesús se juntaba con ellos a comer, o sea, los recibía o dejaba que lo reciban en sus casas. O sea, todo un signo de lo que Dios vino a hacer a este mundo, a reunirse con aquellos que son pecadores como vos y como yo. Pero bueno, en el fondo esa murmuración hacia Jesús para mí, para la Iglesia, debería ser el mayor elogio. A veces una crítica que nos pueden hacer en el fondo, si uno ve la otra cara, es un elogio. ¡Qué gran elogio! ¡Jesús se junta con los pecadores! ¡Jesús quiere comer con vos y conmigo, porque vos y yo también somos débiles! Lo que pasa que después, con la parábola que contó, nos muestra que el hermano mayor es de aquellos que no se creían pecadores. Pero bueno, seguiremos con eso en estos días. Hace bien que volvamos a recordar que estamos en la Cuaresma, que nuestros corazones se tienen que ir orientando a la Semana Santa, la fiesta central de nuestra fe, a la Pascua. Todos caminamos hacia allá, para poder morir y resucitar con Cristo, para volver a revivir místicamente, se dice, con nuestra propia vida la salvación que él nos vino a regalar. Para eso es lindo que hoy escuchemos las palabras de Jesús en Algo del Evangelio al enfermo: «Levántate, toma tu camilla y camina». ¡Levantémonos, tomemos nuestra camilla y empecemos a caminar! ¿Qué es nuestra camilla? Por ahí estamos enfermos desde hace muchísimos años, del corazón, una enfermedad espiritual. Por ahí arrastramos un rencor hace un tiempo. Por ahí no podemos dejar ese vicio que nos domina de hace tanto. Por ahí andamos en nuestro mundo materialista y consumista desde que tenemos memoria, pensando que ese es nuestro progreso y felicidad. Por ahí tenemos una enfermedad corporal; estamos postrados con un cáncer, una diabetes, alguna enfermedad que nos hace tanto mal, algo que no nos deja caminar bien. Por ahí vivimos en nuestro mundo interior y nuestro egoísmo y no nos damos cuenta, que nuestra familia nos necesita y que el mundo alrededor se cae a pedazos, y nosotros no nos damos cuenta porque seguimos enojándonos por tonteras, por cosas que no tienen sentido. ¿Quién de nosotros entonces puede decir hoy que está absolutamente sano, que no necesita levantarse y dejar la camilla de lado? Acordémonos que estos milagros de la vida de Jesús son también signos para nosotros, signos de nuestra peor enfermedad que es el pecado, el amor propio que nos tiene tirados desde hace tanto tiempo y que no nos hace sensibles al amor de los demás y al dolor también de los demás. Este pobre hombre no tenía quien lo acerque a la pileta en donde supuestamente decían que se iba a curar. Nadie se compadecía de él, salvo Jesús. Ahora, el milagro también muestra algo más importante: ¿Qué es lo que lo cura finalmente? ¿El agua de la pileta o el amor de Jesús? Digo esto porque hoy uno escucha a veces tantas cosas, tantas alternativas de curaciones: curanderos, sanadores, videntes, cursos de una cosa, del otro, el médico de acá, el médico de allá, tantas propuestas de sanación interior. Y Jesús… y Jesús… Él está siempre a nuestro lado y quiere curarnos. ¿Qué nos pasa que a veces no acudimos a Él? Es entendible que ante el dolor y la desesperación uno busque todo lo que está al alcance de la mano, pero al mismo tiempo también es inentendible que, teniendo a Jesús, que es el médico del alma, busquemos cosas tan pequeñas y que además muchas veces nos sacan bastante dinero. Jesús hoy nos dice a todos: ¿Querés curarte? ¿Querés salir de esa enfermedad en la que te metiste sin querer y no poder salir, o esa enfermedad que te sobrevino y no podés liberarte?
Developing social channels based on exchanging a single message isn’t exactly new, of course. Back in 2014, the “Yo” app was launched with the sole purpose of enabling users to send each other the greeting “Yo.” It’s easy to create a Telegram channel via desktop app or mobile app (for Android and iOS): Among the requests, the Brazilian electoral Court wanted to know if they could obtain data on the origins of malicious content posted on the platform. According to the TSE, this would enable the authorities to track false content and identify the user responsible for publishing it in the first place. Invite up to 200 users from your contacts to join your channel Done! Now you’re the proud owner of a Telegram channel. The next step is to set up and customize your channel.
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