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Es el empuje de algo que no podríamos hacer si no fuera porque Jesús lo hizo por nosotros y porque nos da esa fuerza. Naturalmente así no se puede, sobrenaturalmente sí. Esa es la perfección de la que habla Jesús. Ser perfectos no significa no equivocarse, ser un perfectito que le sale todo bien, sino que ser perfecto evangélicamente es buscar y querer amar como ama el Padre, con el amor que proviene de él, con amor que viene de lo alto. Si se puede ser perfecto al modo del Evangelio, es mentira que no se puede. Miles y millones de santos lo lograron con la gracia del cielo. Mientras no queramos esto, mientras pensemos que la perfección del Evangelio es para algunos, estaremos todavía viviendo casi como paganos, no como creyentes, viviremos como la mayoría del mundo, intentando ser un poco buenos y evitando cruzarse con las personas que no son tan amables. Los enemigos serían todas aquellas personas que no nos sale amar naturalmente.
Jesús no pretende que seamos amigos de los que nos molestan, de los poco amables o de los malos, pretende que por lo menos no les quitemos el saludo, pretende especialmente que recemos por ellos. Si empezamos a transitar este camino, empezaremos a sentir la alegría de ser hijos, de ser hermanos de todos, de vivir sin rencores, de vivir sin destruir, de construir siempre. Eso es la perfección que nos pide Jesús, la perfección del Padre que está en el cielo.
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p. Rodrigo Aguilar
BY Algo del Evangelio
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