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Algo del Evangelio@algodelevangelio P.17538
ALGODELEVANGELIO Telegram 17538
Comentario a Marcos 7, 1-13:

Decíamos ayer que siempre cuando comenzamos un camino –seguramente te pasó alguna vez–, esos comienzos son promisorios, son prometedores, nos llenan de entusiasmo y de ganas, porque todo recién comienza. Por eso, cuando empezamos a caminar, nos vamos dando cuenta que, en definitiva, caminar es conocer también; porque, cuando caminamos, salimos de nosotros mismos y emprendemos una ruta que, aunque incluso la hayamos hecho alguna vez, siempre es nueva, siempre es todo nuevo cuando caminamos, si aprendemos a levantar la cabeza. Y así es como vamos abriéndonos a cosas nuevas. Cuando caminamos, si caminaste alguna vez en una peregrinación o en la montaña, o lo que sea, te habrás dado cuenta que vas conociendo la obra de Dios, que se manifiesta en la creación, en la naturaleza; se manifiesta en nosotros, porque muchas veces caminamos con otros y vamos conversando y nos vamos conociendo, vamos abriendo nuestro corazón y, por supuesto, también vamos conociendo a Dios, a Jesús, en nuestro corazón, porque también, cuando caminamos, tenemos momentos de silencio y aprendemos a escucharnos a nosotros mismos y a escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Por eso hay que caminar, porque solo caminando vamos descubriendo las maravillas que Dios nos tiene preparadas para nuestra vida.
Algo del Evangelio de hoy habla de la hipocresía de los fariseos, que terminaron reemplazando el mandamiento de Dios por tradiciones de los hombres, por tradiciones hechas por ellos. Jesús se enoja al ver que «el pueblo lo honra con los labios, pero no con el corazón». Y este es el peligro de todos los hombres, de todos los hombres religiosos, de todo católico, tanto del que se cree mejor por estar cumpliendo todo lo que supuestamente hay que cumplir y por estar aferrado a las cosas del pasado –que parece para muchos que son mejores– como el que desprecia lo anterior por el solo hecho de ser viejo, como dicen, y, al mismo tiempo, termina creándose sus propias tradiciones actuales, pero tradiciones al fin, hechas a su medida.
Vamos por partes. El problema no es en sí el mandamiento entonces, por supuesto; el problema es que olvidamos el mandamiento de Dios, el pueblo judío olvidó el mandamiento de Dios y nosotros también lo olvidamos y vamos armando sin querer nuestro propio «castillito espiritual». El problema no es que el sol no está cuando está nublado, sino que lo están tapando las nubes. El problema no es que haya tradiciones humanas que son inevitables, sino que nosotros hacemos de las tradiciones «el sol» y no nos damos cuenta que las tradiciones son como las nubes que van y vienen, que van cambiando de forma, que desaparecen y aparecen, y le dan un poco de color al cielo.
Ahora, ¿qué hacemos entonces? ¿Hacemos desaparecer las nubes para ver siempre el sol? Y la verdad es que no se puede; las nubes existen y sirven porque además nos dan sombra a veces, son lluvia linda que empapa la tierra. Las nubes además embellecen el cielo, lo hacen bastante más lindo. Las tradiciones humanas que nos vamos transmitiendo, de alguna manera, «adornan» nuestra fe, por decirlo así, y nos hacen verla un poco más linda, vivirla con más intensidad; pero no son la fe, no son el sol, sino que nos ayudan.
Sería mucho más largo de explicar, no sería para este audio, pero de paso te cuento que, además, hay que aprender a distinguir entre Tradiciones o Tradición con mayúscula, que son las que nos vienen directamente de Jesús y de los apóstoles y no podemos cambiar, y tradiciones con minúscula, que son las que son creadas por nosotros, por la Iglesia y que podemos ir cambiando siempre bajo la autoridad de la Iglesia.
Y a esta se refiere Jesús en el Evangelio de hoy, a las tradiciones con minúscula, a las que se pueden cambiar.



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Comentario a Marcos 7, 1-13:

Decíamos ayer que siempre cuando comenzamos un camino –seguramente te pasó alguna vez–, esos comienzos son promisorios, son prometedores, nos llenan de entusiasmo y de ganas, porque todo recién comienza. Por eso, cuando empezamos a caminar, nos vamos dando cuenta que, en definitiva, caminar es conocer también; porque, cuando caminamos, salimos de nosotros mismos y emprendemos una ruta que, aunque incluso la hayamos hecho alguna vez, siempre es nueva, siempre es todo nuevo cuando caminamos, si aprendemos a levantar la cabeza. Y así es como vamos abriéndonos a cosas nuevas. Cuando caminamos, si caminaste alguna vez en una peregrinación o en la montaña, o lo que sea, te habrás dado cuenta que vas conociendo la obra de Dios, que se manifiesta en la creación, en la naturaleza; se manifiesta en nosotros, porque muchas veces caminamos con otros y vamos conversando y nos vamos conociendo, vamos abriendo nuestro corazón y, por supuesto, también vamos conociendo a Dios, a Jesús, en nuestro corazón, porque también, cuando caminamos, tenemos momentos de silencio y aprendemos a escucharnos a nosotros mismos y a escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Por eso hay que caminar, porque solo caminando vamos descubriendo las maravillas que Dios nos tiene preparadas para nuestra vida.
Algo del Evangelio de hoy habla de la hipocresía de los fariseos, que terminaron reemplazando el mandamiento de Dios por tradiciones de los hombres, por tradiciones hechas por ellos. Jesús se enoja al ver que «el pueblo lo honra con los labios, pero no con el corazón». Y este es el peligro de todos los hombres, de todos los hombres religiosos, de todo católico, tanto del que se cree mejor por estar cumpliendo todo lo que supuestamente hay que cumplir y por estar aferrado a las cosas del pasado –que parece para muchos que son mejores– como el que desprecia lo anterior por el solo hecho de ser viejo, como dicen, y, al mismo tiempo, termina creándose sus propias tradiciones actuales, pero tradiciones al fin, hechas a su medida.
Vamos por partes. El problema no es en sí el mandamiento entonces, por supuesto; el problema es que olvidamos el mandamiento de Dios, el pueblo judío olvidó el mandamiento de Dios y nosotros también lo olvidamos y vamos armando sin querer nuestro propio «castillito espiritual». El problema no es que el sol no está cuando está nublado, sino que lo están tapando las nubes. El problema no es que haya tradiciones humanas que son inevitables, sino que nosotros hacemos de las tradiciones «el sol» y no nos damos cuenta que las tradiciones son como las nubes que van y vienen, que van cambiando de forma, que desaparecen y aparecen, y le dan un poco de color al cielo.
Ahora, ¿qué hacemos entonces? ¿Hacemos desaparecer las nubes para ver siempre el sol? Y la verdad es que no se puede; las nubes existen y sirven porque además nos dan sombra a veces, son lluvia linda que empapa la tierra. Las nubes además embellecen el cielo, lo hacen bastante más lindo. Las tradiciones humanas que nos vamos transmitiendo, de alguna manera, «adornan» nuestra fe, por decirlo así, y nos hacen verla un poco más linda, vivirla con más intensidad; pero no son la fe, no son el sol, sino que nos ayudan.
Sería mucho más largo de explicar, no sería para este audio, pero de paso te cuento que, además, hay que aprender a distinguir entre Tradiciones o Tradición con mayúscula, que son las que nos vienen directamente de Jesús y de los apóstoles y no podemos cambiar, y tradiciones con minúscula, que son las que son creadas por nosotros, por la Iglesia y que podemos ir cambiando siempre bajo la autoridad de la Iglesia.
Y a esta se refiere Jesús en el Evangelio de hoy, a las tradiciones con minúscula, a las que se pueden cambiar.

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