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Pero lo que realmente le importa a Jesús, es que perdamos la fe, es que dudemos de él, de su presencia en la barca de este mundo, en la barca de la Iglesia. Eso es en realidad «ahogarse», perder la confianza, dejar de creer que él está, aun cuando parece que está dormido. Es ahí cuando en el fondo tenemos que sentirnos ahogados en serio, cuando perdemos la fe. No cuando las cosas del mundo nos sobrepasan, cuando lo externo parece que nos «inunda», sino cuando el corazón se inunda de angustia, cuando deja de creer, de confiar, cuando deja de hablar con Jesús, cuando deja de escuchar. Cuando estemos así, ahí sí preocupémonos, ahí sí demos un grito fuerte. Mientras tanto, todo lo demás es solucionable de una manera u otra.
Terminemos esta semana escuchando a nuestro Maestro, tranquilos, en silencio. Mientras todo el mundo anda de acá para allá buscando no sé qué, nosotros busquemos otra cosa, escuchemos otra cosa: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?».
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p. Rodrigo Aguilar
BY Algo del Evangelio
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