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Podríamos decir entonces que la mayor parte de nuestra vida, o mucho del tiempo, es un tratar de ir aprendiendo e ir educando nuestro modo de hablar, de comunicarnos con los demás; un ir encontrando esa concordancia entre el corazón, la cabeza y lo que expresamos; un ir aprendiendo mirando a Jesús, cómo Dios quiere comunicarse con nosotros y cómo nosotros tenemos que comunicarnos con los demás y qué cosas tenemos que comunicar a los demás. También es un ir aprendiendo a escuchar y a comprender lo que otros quieren decirnos.
¡Si supiéramos expresarnos bien!, ¿cuántos malestares nos ahorraríamos? ¡Si supiéramos escuchar y comprender mejor a los demás y no leer entrelíneas, juzgando lo que nos dicen!, ¿cuántos malos humores nos evitaríamos en nosotros y en los demás?
Bueno, la Palabra de Dios, Jesús, es luz, da luz, ilumina las tinieblas de nuestro corazón y nuestro alrededor. La Palabra de Dios, Jesús, es vida y da vida, vivifica todo corazón que toca, todo creyente que la recibe y la quiere llevar a su vida.
¿Alguien se imagina a Jesús hablando mal, gritando y tratando mal a los otros? Difícil, ¿no? Él vino a enseñarnos la verdad, pero nos la enseñó bien. No solo hay que enseñar cosas verdaderas, sino enseñarlas bien y con el ejemplo de la vida. No solo hay que decir la verdad, sino hay que decirla bien, hay que decirla con amor.
Pidamos hoy a la Palabra, que es Jesús, a aprender a hablar y a comunicarnos como él lo hizo, con nuestros gestos y con nuestras miradas, con todo lo que hacemos, y a escuchar bien y saber decir las cosas y a expresarlas con amor. El amor es el que abre los corazones para que pueda entrar la luz y la verdad, la vida de Jesús. Probemos lo lindo que es escuchar, probemos lo lindo que es hablar bien. Él nos habló bien, hagamos lo que él hizo. Que la Palabra de Dios penetre en nuestros corazones.
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p. Rodrigo Aguilar
BY Algo del Evangelio
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