tgoop.com/VisionariaVisionesInfinitas/6632
Last Update:
El día en que el universo dejó de ser silencioso ocurrió en 2015. Hasta entonces, todo lo que sabíamos del cosmos provenía de la luz: visible, infrarroja, rayos X, radio… siempre mirando, siempre observando. Pero ese año algo distinto llegó a nuestros instrumentos, algo que no era luz ni materia, sino una vibración casi imperceptible que había viajado más de mil millones de años para alcanzarnos.
LIGO, un experimento diseñado con una sensibilidad extrema, registró por primera vez una onda gravitacional: una ondulación del espacio-tiempo producida por la fusión de dos agujeros negros. Aquello que Einstein predijo en 1916, pero que él mismo dudaba que pudiéramos medir alguna vez.
Y lo asombroso es cómo se detectó.
Dos túneles de 4 kilómetros formaban una L gigantesca donde viajaban haces de luz láser perfectamente sincronizados. Si el espacio cambiaba su tamaño aunque fuera una fracción inimaginable —más pequeña que una milésima del diámetro de un protón— los detectores podían captarlo. Y así fue: un mínimo desajuste, un latido rapidísimo, un “chirp” que reveló la colisión de dos monstruos invisibles en un rincón lejano del cosmos.
Por primera vez, no vimos un evento cósmico. Lo escuchamos.
Ese instante marcó el nacimiento de una nueva manera de explorar el universo. Desde entonces, las ondas gravitacionales nos han permitido detectar fusiones de agujeros negros, choques de estrellas de neutrones y fenómenos tan violentos que ningún telescopio podría observar por sí solo. Son señales que deforman el propio tejido del espacio y que viajan intactas hasta nosotros, como si el universo enviara mensajes grabados en su estructura.
https://www.tgoop.com/VisionariaVisionesInfinitas
BY Visionaria * Visiones Infinitas


Share with your friend now:
tgoop.com/VisionariaVisionesInfinitas/6632
