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1186 - Telegram Web
Telegram Web
20

Si culpa el concebir, nacer tormento,
guerra vivir, la muerte fin humano;
si después de hombre, tierra y vil gusano,
y después de gusano, polvo y viento;

si viento nada, y nada el fundamento,
flor la hermosura, la ambición tirano,
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano en cuanto piensa el pensamiento,

¿quién anda en este mar para anegarse?
¿De qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?

¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria habiendo de olvidarse,
y edificar habiendo de partirse?


Lope Félix de Vega y Carpio.
Si porque a tus plantas ruedo
como un ilota rendido
y una mirada te pido
con temor... casi con miedo;
si porque ante ti me quedo
extático d'emoción,
sintiendo q'el corazón
se va en mi pecho a romper,
piensas que siempre he de ser
esclavo de mi pasión...

T'equivocas, t'equivocas,
—fresco y fragante capullo—
yo quebrantaré tu orgullo
como el minero las rocas.
Si a la lucha me provocas,
dispuesto estoy a luchar:
Tú eres espuma, yo, mar
q'en sus cóleras confía.
¿Me haces llorar? ¡Algún día
yo también te haré llorar!

Te haré llorar y... después
de que tú también rendida,
me ofrezcas toda tu vida
perdón pidiendo, a mis pies,
como mi cólera es
formidable en sus accesos,
¿sabes tú lo que haré en esos
instantes de indignación?
—¡Arrancarte el corazón
para... comérmelo a besos!


Reto, Julio Flórez.
Yo vi unos bellos ojos, que hirieron
con dulce flecha un corazón cuitado,
y que para encender nuevo cuidado
su fuerza toda contra mí pusieron.

Yo vi que muchas veces prometieron
remedio al mal, que sufro no cansado,
y que cuando esperé vello acabado,
poco mis esperanzas me valieron.

Yo veo que se asconden ya mis ojos
y crece mi dolor y llevo ausente
en el rendido pecho el golpe fiero.

Yo veo ya perderse los despojos
y la membrana de mi bien presente
y en ciego engaño de esperanza muero.


Fernando de Herrera.
Sólo ha quedado en la rama
Un poco de paja mustia
Y en la arboleda, la angustia
De un pájaro fiel que llama.

Cielo arriba y senda abajo,
No halla tregua a su dolor,
Y se para en cada gajo
Preguntando por su amor.

Ya remonta con su queja,
Ya pía por el camino
Donde deja en el espino
Su blanda lana la oveja.

Pobre pájaro afligido
Que sólo sabe cantar
Y cantando llora el nido
Que ya nunca ha de encontrar.


El nido ausente, Leopoldo Lugones.
¿Dónde está Dios?... Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veceIs, en el templo;
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.
Es verdad que Dios está en todas partes,
pero hay que verle, sin preguntar
que dónde está,
como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas:
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas.
Ahí está Dios, en ti;
pero tienes que verle tú.
De nada vale quién te le señale,
quien te diga que está en la ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga
que está en las manos de todo el que trabaja;
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue o practique cualquier religión,
dogma o rama.
Huye de las manos del que reza, y no ama;
del que va a misa, y no enciende a los pobres
una vela de esperanza.
Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que te sucede
cuando algo te encanta.
Pero, de nada vale que te diga
que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.


Un hombre pregunta, Gloria Fuertes.
Me doy cuenta de que me faltas
y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.


Jaime Sabines
Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.


Manuel Altolaguirre
¡Oh, si bajo estos árboles frondosos
Se mostrase la célica hermosura
Que vi algún día en inmortal dulzura
Este bosque bañar!

Del cielo tu benéfico descenso
Sin duda ha sido, lúcida belleza:
Deja, pues, diosa, que mi grato incienso
Arda sobre tu altar.

Que no es amor mi tímido alborozo,
Y me acobarda el rígido escarmiento,
Que ¡oh Piritoo! condenó tu intento
Y tu intento, Ixión.

Lejos de mí sacrílega osadía:
Bástame que con plácido semblante
Aceptes, diosa, a mis anhelos pía,
Mi ardiente adoración.

Mi adoración y el cántico de gloria
Que de mí el Pindo atónito ya espera:
Baja tú a oírme de la sacra esfera
¡Oh radiante deidad!

Y tu mirar más nítido y süave,
He de cantar, que fúlgido lucero;
Y el limpio encanto que infundirnos sabe
Tu dulce majestad.

De pureza jactándose natura,
Te ha formado del cándido rocío
Que sobre el nardo al apuntar de estío
La aurora derramó;

Y excelsamente lánguida retrata
El rosicler pacífico de Mayo
Tu alma: Favonio su frescura grata
A tu hablar trasladó.

¡Oh imagen perfectísima del orden
Que liga en lazos fáciles el mundo,
Sólo en los brazos de la paz fecundo,
Sólo amable en la paz!

En vano con espléndido aparato
Finge el arte solícito grandezas:
Natura vence con sencillo ornato
Tan altivo disfraz.

Monarcas, que los pérsicos tesoros
Ostentáis con magnífica porfía,
Copiad el brillo de un sereno día
Sobre el azul del mar:

O copie estudio de émula hermosura
De mi deidad el mágico descuido;
Antes veremos la estrellada altura
Los hombres escalar.

Tú, mi verso, en magnánimo ardimiento
Ya las alas del céfiro recibe,
Y al pecho ilustre en que tu numen vive
Vuela, vuela veloz;

Y en los erguidos álamos ufana
Penda siempre esta cítara, aunque nueva;
Que ya a sus ecos hermosura humana
No ha de ensalzar mi voz.


La diosa del bosque, Manuel María de Arjona.
Allí están! ¡Ved !-En la altura de la elevada montaña,
sobre las armas de España, el Sol levante fulgura;
y bate la brisa pura del regio pendón que un día
sobre el mundo se extendía, siendo el asombro y espanto
del agareno en Lepanto y del francés en Pavía.

¡ Allí están ! ¡ Ved !-Lentamente van por las faldas marchando
tres columnas ondulando cual gigantesca serpiente;
y agita el ligero ambiente los altivos pabellones
que a las hispanas legiones arrancaron la victoria
sobre los campos de gloria de Angostura y los Horcones.

Sube en el Oriente el Sol y al alumbrar la montaña
los dos ejércitos baña con su primer arrebol:
en la cima el español, que sus ventajas advierte,
tras de sus trincheras fuerte espera a que el otro avance,
y esté de su arma al alcance para lanzarle la muerte.

Y el Patriota lentamente, con el fusil en balanza,
tranquilo, impasible avanza por la escabrosa pendiente:
pues cada soldado siente aquel ardor sin segundo,
aquel anhelo profundo que en la ruda lid inflama
al que su sangre derrama por la libertad de un mundo.

Se oye de pronto un rugido, terrible, estridente, seco,
que es mil veces por el eco del monte repercutido;
como volcán encendido el alto cerro aparece,
y entre el humo que oscurece los resplandores del sol,
el pabellón español envuelto desaparece.

A torrentes la metralla lanza el cañón enemigo;
los Patriotas sin abrigo van en orden de batalla;
y al vivo fuego que estalla sobre la alta serranía,
sin contestar todavía, siguen redoblando el paso,
pues si es su pertrecho escaso, es mucha su bizarría.

¡Y avanzan ! Siempre adelante van esas huestes tranquilas;
si un hueco se abre en las filas, hay quien le llene al instante.
Mas de pronto vacilante una columna se para
como si se intimidara ante el fuego aterrador
que sobre ella, en su furor, el enemigo dispara.

El Jefe, que tal advierte, veloz como el rayo parte,
y el tricolor estandarte empuña con brazo fuerte;
y a despecho de la muerte que en las filas se pasea,
lanzándose a la pelea. Girardot valiente exclama
agitando el oriflama que sobre su frente ondea:

« ¡ Permite, Dios poderoso, que yo plante esta bandera
donde se mece altanera la del español odioso,
y yo moriré dichoso si tal es tu voluntad !
¡ Compañeros, avanzad! Nos espera el enemigo;
venid á buscar conmigo la muerte ó la libertad !»

Dice, y lleno de osadía hacia las trincheras parte
agitando el estandarte que es del ejército guía;
todos siguen a porfía tras del audaz granadino,
y cual fiero torbellino se lanzan a la batalla
sin que pueda la metralla tenerlos en su camino.

Avanzan con ira fiera sobre la enemiga tropa,
Apuntan y a quema-ropa dan la descarga primera;
saltan sobre la trinchera, y llenos todos de saña
allí, en confusión extraña, se ven luchar pecho á pecho
los que invocan su derecho y los que invocan á España.

El humo de los cañones oscurece el limpio cielo,
que ya se asemeja a un velo de desgarrados crespones;
y de las detonaciones al espantoso rugido
se mezcla el triste gemido que lanzan los moribundos,
y los gritos iracundos del vencedor y el vencido.

Es la victoria segura, pero, ¿á qué precio comprada?...
Sobre el sol de esa jornada se extiende una nube oscura,
pues del Bárbula en la altura por traidora bala muerto
el Jefe heroico y experto que asegura la victoria
cae en el campo de gloria por su bandera cubierto.

Bolívar, ese coloso que en la libertad se inspira,
es alma noble que admira todo lo que es generoso,
llora al héroe valeroso, y los hijos de Granada
piden la primer jornada para vengar como hermanos
con sangre de los tiranos aquella sangre adorada.

Y Girardot fué vengado; tres días después en Trincheras
sobre las huestes iberas va D´Elhuyar denodado,
y cual torrente lanzado desde elevada montaña,
lleno de ardor y de saña se lanza con sus legiones
y recoge hecha girones la altiva insignia de España!


Bárbula, Roberto Mac-douall.
Violenta patria mía:
en mí creció tu amor tardío
como una bocanada de perfume salvaje.
Todo estaba impregnado de tí,
el mar, los cien países
que conocí, con tu dolor siguiéndome
como si fuera ya mi propia sombra.
Me bastaba nombrarte y ya tenía
el gusto de tu piel: un sabor a panal
colgado en los fragmentos de los árboles.
Mientras más me alejaba de tu suelo
más me reconocía en tu destino,
mi amor era más grande y tu belleza
rural crecía con el sufrimiento.
¿Ahora quién podrá negarme
tu combate nocturno?
¿Quién podrá quitarme de las manos
el puñado de tierra empapada en sangre
de mis hermanos y esa rama verde
que antes de partir arranqué de tu seno?


Patria violenta, Jorge Gaitán Durán.
a Fernando
y Bogotá



Hoy pienso especialmente en ti
y veo que ese amor carece de desmayos,
de ojos aterciopelados
y demàs gestos admirables.
Ese amor no se hace como la primavera
a punta de capullos
y gorjeos. Se hace cada dìa
con el cepillo de dientes por la mañana,
el pescado frito en la cocina
y los sudores por la noche.
Se vive poco a poco ese amor
entre tanto plato sucio, detràs del cotidiano
montòn de ropa para planchar,
con gritos de niños y cuenta de mercado,
las cremas en la cara
y los bombillos que no funcionan.
Y otra cosa: cada tarde te quiero màs.



Muestra las virtudes del amor verdadero y confiesa al amado los afectos varios de su corazón, María Mercedes Carranza.
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A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


Romance sonámbulo, Federico García Lorca.
Morir, eso no se le hace a un gato.
Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.

Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.

Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.

Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.

Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.

Trad. Abel A. Murcia Serrano


Un gato en un piso vacío, Wislawa Szymborska.
Es escribir a alguien
o lanzarse al silencio,
a nadar en lo oscuro,
a encender una llama
aunque ahoguen las dudas.
¿Carta a lo que no existe?
Hay buzones alados
que se disparan solos
y un correo sin pistas
ni trayecto seguro.

Eludir el camino
que todos conocemos.
Seguir hacia adelante
ruta de los que intentan
lo que nunca pensaron
y se sienten felices
porque hay algo distinto,
porque se desvanece
de pronto lo que sobra
y no existe el vacío
si queremos colmarlo.


Carta al vacío, Ernestina de Champourcín.
Me la están refregando, alguien la aclara.
¡Yo que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y que perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tenedla en el patio: ahí en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!

He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo el aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día...
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»


A mi ropa tendida (El Alma), Claudio Rodríguez.
No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.


Biografía, Gabriel Celaya.
Mansión de pena. Atribulados muros
que altivo y solo levanté yo mismo.
En su desolación hay un abismo
y en las salas suntuosos claroscuros.

Inmensos lampadarios y seguros
aldabones, agravan el mutismo
de las cosas, que un ciego fatalismo
petrificó al poder de sus conjuros.

La vida se detuvo hace mil años,
y sólo allí florecen los extraños
gozos de un ser satánico y sombrío

que así formó su taciturno imperio.
La soberbia, la muerte y el misterio
coronan su implacable señorío.


El recinto, Germán Pardo García.
Señor, tenme piedad, aunque a ti clame
¡sin fe! perdona que te niegue o riña
y el ara tienda con bochorno infame!
Vuelvo al antiguo altar. No en vano ciña
guirnaldas a un león y desparrame
riego que pueda prosperar tu viña!

Líbrame por merced, como te plugo
a Bautista y Apóstol en Judea,
ya que no me suicido ni me fugo!
Inclínate al cautivo que flaquea;
y salvo, como Juan por el verdugo,
o como Pedro por el ángel sea!

Habito un orco infecto; y en el manto
resulto cebo a chinche y pulga y piojo;
y afuera el odio calumnia en tanto!
¿Qué mal obré para tamaño enojo?
El honor del poeta es nimbo santo
y la sangre de un vil es fango rojo!

Mi pobre padre cultivó el desierto.
Era un hombre de bien, un sabio artista,
y de vergüenza y de pesar ha muerto!
¡Oh mis querubes! — Con turbada vista
columbro ahora el celestial e incierto
grupo que aguarda, y a quien todo artista!

Y oigo un sordo piar de nido en rama,
un bullir de polluelos ante azores;
y el soplado tizón encumbra llama!
Dios de Israel, acude a mis amores:
y rían a manera de la grama,
que hasta batida por los pies da flores!


La oración del preso, Salvador Diaz Mirón.
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2025/06/18 16:34:06
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